Rosa que te hundiste aquí en mis versos:
Novia mía, ya cayó mi cuerpo
en el amor de tus adentros.
Dicen que el carbón y el fuego,
y yo contengo la ternura de tus besos.
Dicen que la disensión que brota del coral que es negro,
y yo revelo el fulgor de un vientre eterno.
Ves… El amor corona la certeza hacia tu boca, y se reposa.
El amor fabrica la distancia y la acorta.
¡Yo quiero el carmesí que hay en tu boca!:
La mojada espuma, la dichosa y transparente paz que a ti te adorna,
la perdida inquietud que es aroma.
Ves… Si acaso sea tan bonita esa unidad que ata;
Si acaso cierre tu mirada y desde adentro la imagine vinculada,
o la deje como lluvia goteándose o naciéndose en el agua,
o la cubra con los hilos donde tejen el cariño hacia tu boca.
Novia mía, que te escapas cordillera,
que te escondes cual ladera;
amasijo de mi boca, tentación que me provoca,
atadura y consuelo,
partitura de un presagio que brotara de un santuario.
Ves… Novia mía, que te vuelves tierra entera,
esperanza y madriguera,
el amor de las montañas y el hablar de sus praderas.
Novia mía, bienamada, atemperada te me escapas.
Y es tu boca esa frontera,
es tu boca chispa y gracia,
es tu boca condimento que me sala y paladea,
y que retoza y que se añora y se calma cuando aflora.
¡Yo quiero la acuarela de tu boca
que se pinte carmesí junto a mi boca!
¡Voy a morir la tarde en el contacto
y buscar el beso que urde en tus encantos!
¡Voy a correr los frutos del cerezo y atraparlos!
¡Yo quiero los trigales de la huerta
y que se pinten carmesí como tu boca!
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