Te escribo desde la infinidad del silencio para decirte que finalmente he decidido olvidarte. La desesperación del mutismo por fin va a ser vencida y el dolor de este viejo y entristecido músculo va a ser exterminada. Nunca fui capaz de expresar lo que sentía mediante voces, tan sólo en anónimas cartas, las que podían apagar mi voz pero no las chispas de mi amor al trazar el papel en blanco.
Sentado al pie de un árbol y cerrando los ojos imaginaba un futuro feliz y sin dolor, un mundo perfecto; una vida junto a ti. La ilusión que mostraba mi cara era tal que incluso llegué a pensar si esto era un sueño o era verdad. Pero siempre llegaba el momento en el que la manzana caía justo encima de mi cabeza y con un triste tormento me devolvía a la realidad en la que nunca logré encontrarte a mi lado.
Tu pelo, tus ojos, tu cuerpo: todo era perfecto a la luz de la luna o a la del sol. La armonía de tus movimientos hipnotizaba mi mirada y la transportaba al mundo de la utopía y del placer.La verdad es que todo estaba cubierto de magia, y no me importaba que te tuviese que observar desde la distancia midiendo mis palabras al hablarte, arriesgándome pues sabía que tu inteligencia se podía percatar de que la persona a la que tanto apreciabas era la misma que escribía esas cartas sin nombre. No era más que ponerse la capa que esconde el dolor de no poder besar esos labios por los que salen las palabras más bellas, o acariciar ese pelo que roza tu piel como yo deseaba que lo hiciesen tus finas manos. Vivir desde la mentira del decir que no te quiero y pensar que me muero de deseo es un puñal que se me clavaba poco a poco pero que con el paso del tiempo he llegado a saber controlar.
Tan maravillosos tus movimientos eran que nunca imagine que uno de ellos sería el que me llevara a la desesperación, el dolor, al absurdo de la vida. Cuando unas cortantes palabras entraron por mis oídos, llegando a mi cerebro y concluyendo que no me querías, sentí el peor sufrimiento que nadie puede sentir. Limpié mi cara y mis labios de los besos que nunca me habías llegado a dar. Me eché perfume para camuflar el tuyo y me quité la ropa que había estado en contacto contigo. Acababa de despertar del sueño más bonito del mundo: el creer que te podría tener, para comenzar la peor de las pesadillas: el saber que nunca te tendré.
Borré las ilusiones, talé el árbol de los delirios y tiré la cinta de los latidos de mi corazón al verte. Tan sólo deseaba sacarte de mi cabeza, eliminarte, no eras nadie, no eras nada. Ansiaba que fueses feliz con esa persona a la que las palabras “te quiero” habían sido dedicadas, a la persona que había conocido tus labios sobre los suyos y a la que tus caricias habían vestido de placer su cuerpo.
Pero los añicos de mi corazón estaban esparcidos por todo mi cuerpo y eran incapaces de unirse para tener tan sólo el último buen pensamiento.
A la luz de la luna añoro los pocos recuerdos que tengo junto a ti y las falsas esperanzas que me hiciste crear en mi loca cabecita, por pensar que llegaría el día en el que la única distancia que habría sería un pequeño trocito de colchón en nuestra habitación. Quizá mi cobardía ahogó las pocas posibilidades que había, pero el dolor de ser rechazado era superior al dolor de amarte desde la elipsis. La imposibilidad de esta relación hizo que esto desde el principio se convirtiese en un desamor y no en un amor como yo deseaba.
Quizá un beso, un abrazo o un te quiero me hubiesen echo tocar el cielo y en él las estrellas, pero era consciente que pronto la tormenta llamada sociedad con un sordo murmullo y cargada de saña, sin escrúpulos me haría bajar a la tierra y el golpe habría sido letal.
Entiendo que tengas que hacer tu vida y ocultar la realidad de tus sentimientos pero podrías haber esperado a que yo me hubiese marchado y no habría tenido que soportar ver y oír lo que ahora, como un veneno, esta recorriendo mis venas y me está matando
como lo hacía la dulzura de tus palabras.
En este momento no debes preocuparte más por mí ni por mis cartas pues, con el dolor de saber que no te tendré y con el miedo a que los sueños se desvaneciesen, he conseguido deshacer tu rostro en mi mente y he encontrado la felicidad sin tu persona. No necesito más que la naturaleza y el silencio que me envolvió cuando sufría, y que me encierra ahora que me siento feliz. Ya sólo me queda decir que en este papel escribo con la misma sangre que bombeó mi corazón enamorado e ilusionado que ya no te quiero.
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