El susurro de la lluvia
La lluvia danzaba contra el cristal, un velo líquido que envolvía a Gabriel y Clara en un abrazo íntimo. Clara, con la piel aún vibrante por el vapor de la ducha, se deslizó hacia Gabriel. Él la esperaba, sentado al borde de la cama, la luz ámbar de la lámpara acariciando las curvas que la noche anhelaba descubrir.
"La lluvia tiene secretos", murmuró Clara, su voz un hilo que se enredaba con el murmullo exterior.
Gabriel sonrió, tomando su mano y besando la palma. "Y nosotros también."
Sus dedos se entrelazaron, uniendo dos almas en un deseo compartido. Gabriel trazó lentos círculos en su brazo, la piel de Clara erizándose bajo su tacto. Cerró los ojos, abandonándose a la caricia que prometía un viaje sin retorno.
El susurro de la lluvia se hizo más insistente, como si la naturaleza misma contuviera el aliento, expectante. Gabriel la atrajo hacia él, y sus labios se encontraron en un beso que encendió una llama. Sus manos exploraron la geografía de su espalda, deteniéndose en los valles y colinas que la hacían única, irresistible.
Un gemido escapó de los labios de Clara, un sonido que alimentó el fuego que ardía entre ellos. Sus manos buscaron el calor de Gabriel, desabrochando botones, sintiendo la tensión de sus músculos bajo la tela. Los besos se volvieron más profundos, más urgentes, y las prendas cayeron al suelo como pétalos desprendidos de una flor.
Bajo la melodía hipnótica de la lluvia, Gabriel y Clara se entregaron a la exploración mutua, descubriendo los rincones más secretos de sus cuerpos, los puntos donde el placer se convertía en éxtasis. Cada roce, cada caricia, era un susurro al alma, una promesa de rendición total.
La noche se llenó de suspiros entrecortados, de risas ahogadas en besos, mientras la lluvia seguía tejiendo su magia, una sinfonía de amor y deseo que unía a Gabriel y Clara en un abrazo eterno. Al amanecer, exhaustos pero renovados, se acurrucaron bajo las sábanas, sintiendo el latido de sus corazones al unísono, sabiendo que el susurro de la lluvia siempre sería el eco de su pasión.

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