Dia de la Amistad: Un Angel y Un Amigo


Un Angel no nos escoge, Dios nos lo asigna
Un amigo nos toma de la mano y nos acerca a Dios
Un Angel tiene la obligación de cuidarnos
Un amigo nos cuida por amor
Un Angel te ayuda evitando que tengas problemas
Un amigo te ayuda a resolverlos
Un angel te ve sufrir sin poderte abrazar
Un amigo te abraza porque no quiere verte sufrir.
Un Angel te ve sonreir y observa tus alegrías
Un amigo te hace sonreir y te hace parte de sus alegrías.
Un Angel sabe cuando necesitas que alguien te escuche
Un amigo te escucha, sin decirte que lo necesitas.
Un Angel en realidad es parte de tus sueños
Un amigo comparte y lucha porque tus sueños sean una realidad.
Un Angel siempre está contigo ahí,
sabe extrañarnos
Un amigo, cuando no está contigo, no solo te extraña, también piensa en tí.
Un Angel vela tu sueño
Un amigo sueña contigo.
Un Angel aplaude tus triunfos
Un amigo te ayuda para que triunfes.
Un Angel se preocupa cuando estás mal
Un amigo se desvive porque estés bien.
Un Angel recibe una oración tuya
Un amigo hace una oración por tí.
Un Angel te ayuda a sobrevivir
Un amigo vive por tí
Para un Angel eres una hermosa misión que cumplir
Para un amigo, eres un tesoro que defender
Un Angel es algo celestial
Un amigo es la oportunidad de conocer lo más hermoso que hay en la vida, "el amor y la amistad
Un Angel quiere ser tu amigo
Un amigo, sin proponérselo, tambien es tu Angel.

Poema de amor: Mi recuerdo del ayer




MI RECUERDO DEL AYER

Aún recuerdo cuando estuve a tu lado
tu silueta, tus manos, tu piel.
Siento que podría parecer empalagoso
pero nada me importa,
todo lo siento por tí.

Quisiera seguir siendo felíz
pensando en la dicha que sentía,
al estar en tus brazos amorosos
que me hacían reir, llorar y amar.

Deseo cambiar el mundo,
que toda la gente sea feliz,
que mis sueños dulces sean realidad
y no pasar ni un momento de infelicidad.

Son palabras que salen de mi boca,
de mi vida triste, alegre o de recuerdos.
Son voces del tiempo que me vienen a gritar,
como campanas repiqueteando en mis oídos.


Quiero recordar el pasado con amor
e intentar los malos ratos olvidar.
Deseo volver a verte, mirarme en tus ojos,
y a través de ellos contemplar tu corazón.

Pero debo aceptar que ya no estás a mi lado
y que sólo viviré de mis recuerdos,
pero aún así yo gritaré:
¡Te quiero y siempre te querré!



3 poesías de Carlos Drummond de Andrade


EL MUNDO ES GRANDE...

El mundo es grande y cabe
en esta ventana sobre el mar.
El mar es grande y cabe
en la cama y en el colchón de amar.
El amor es grande y cabe
en el breve espacio de besar.


LOS QUE SUFREN

Las plantas sufren como nosotros sufrimos.
¿Por qué no habrían de sufrir
si esta es la llave de la unidad del mundo?

La flor sufre, tocada
por la mano inconsciente.
Hay una ahogada queja
en su docilidad.

La piedra es sufrimiento
paralítico, eterno.

Nosotros -animales- no tenemos
ni siquiera el privilegio de sufrir.



VAMOS, NO LLORES...

Vamos, no llores...
La infancia se ha perdido.
La juventud se ha perdido.
Pero la vida aún no se ha perdido.

El primer amor ya pasó.
El segundo también pasó.
El tercer amor pasó.
Pero aún continúa vivo el corazón.

Perdiste a tu mejor amigo.
No realizaste ningún viaje.
No posees tierra, ni casa, ni barco,
pero tienes un perro.

Algunas duras palabras
en voz tenue, te golpearon.
Esas, nunca, nunca cicatrizan.
Sin embargo, ¿existe el humor?



Regalos de amores



Regalos de Amores.

La ciudad nos abraza encendida
Y a tu paso fragancia le dan
Los azahares que en tu cuerpo van
Jugueteando en la noche tranquila.
Esa luna, que nos mira sonriendo
En tu pelo se posa a escuchar
A mi alma que quiere volar
Anhelando ser de tu pensamiento.
Y yo, queriendo ser la noche, la luna
Azahar, cocuyo y miel para tu cielo
Esa luna, jugando en tu pelo
Mariposa radiante nocturna.
Y yo, queriendo ser la noche en colores
Para pintar por siempre en tus ojos
Mil palabras, mis flores de abrojos
Como simples regalos de amores.

AUXILIO EN LA LLUVIA


Una noche, a las 11:30 p.m. una mujer afroamericana de edad avanzada estaba parada en el borde de una .autopista de Alabama bajo tina fuerte tormenta. Su automóvil se había descompuesto y necesitaba desesperadamente que alguien la llevara. Empapada, decidió hacerte señas al próximo carro que pasara, A pesar de ser una época de agudos conflictos raciales, un joven blanco se detuvo a ayudarla, la llevó a un lugar seguro y la puso en un taxi. La señora, que parecía bastante apurada, anotó la dirección del joven, le agradeció y se fue.

Siete días después, tocaron a la puerta de la casa del joven. Para su sorpresa, era un paquete a su nombre:

un televisor de pantalla gigante con una nota que decía:

"Muchísimas gracias por ayúdame en la autopista la otra noche. La lluvia anegó no sólo mi ropa sino m¡ espíritu. Entonces apareció usted. Gracias a usted, pude llegar al lado de la cama de mí marido agonizante, justo antes de que muriera. Dios lo bendiga por ayudarme y por servir a otros desinteresadamente.

"Sinceramente, la señora de Nat King Cole"

No esperes nada a cambio y lo recibirás.

EL COLECCIONISTA DE INSULTOS


En los días que corren es conveniente cederle un espacio a esta alegoría budista que trascribe Paulo Coelho y que hará pensar a muchos.

Cerca de Tokio vivía un gran samuray, ya anciano, que se dedicaba a enseñar el budismo zen a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que era capaz de vencer a cualquier adversario. Cierto día un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos pasó por la casa del viejo. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: esperaba que el adversario hiciera su primer movimiento y, gracias a su inteligencia privilegiada para captar los errores, contraatacaba con velocidad fulminante. El joven e impaciente guerrero jamás había perdido tina batalla. Conociendo la reputación del viejo samuray, estaba allí para derrotarlo y aumentar aún más su fama.

Los estudiantes de zen que se encontraban presentes se manifestaron contra la idea, pero el anciano aceptó el desafío, Entonces fueron todos a la plaza de la ciudad, donde el joven empezó a provocar al viejo. Arrojó algunas piezas en su dirección, lo escupió en la cara y le gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo ' incluso a sus ancestros. Durante, vanas horas hizo todo lo posible para sacarlo de casillas, pero el viejo permaneció impasible. Al final déla tarde, ya exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró de la plaza.

Decepcionados por el hecho de que su maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:

¿Cómo, ha podido soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usó su espada, aun sabiendo que podría perder la lucha, en vez de mostrarse como un cobarde ante todos nosotros?

El viejo samuray repuso:

Si alguien se acerca a ti con un regalo y no lo aceptas, ¿a quién le pertenece el regalo?

Por supuesto, a quien intentó entregarlo respondió uno de los discípulos.

Pues lo mismo vale para la envidia la rabia y los insultos añadió el maestro. Cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo.

Nadie nos arremete o nos hace sentir mal: somos los que decidimos cómo sentirnos. No culpemos a nadie por nuestros sentimientos: somos los únicos responsables de ellos. Eso es lo que se llama asertividad

EL VIOLÍN DE PAGANINI


Hubo un gran violinista llamado Paganini. Algunos decían que era una persona extraña. Otros, que había en él algo sobrenatural. Las notas mágicas que salían de su violín tenían un sonido diferente, y por eso nadie quería perder la oportunidad de verlo tocar.

Una noche, el escenario estaba repleto de admi¬radores preparados para recibirlo. La orquesta entró y fue aplaudida. El director entró y recibió una gran ovación. Pero cuando la figura de Paganini surgió, triunfante, el público deliró. El violinista se puso el instrumento en el hombro, y lo que si¬ guió fue indescriptible: blancas y negras, fusas y semifusas, corcheas y semicorcheas parecían te¬ner alas y volar al toque de aquellos dedos encan¬tados.

De repente, un sonido extraño interrumpió el ensueño de la platea: una de las cuerdas del violín de Paganini se había roto. El director paró. La orquesta se calló. El público estaba en suspenso. Pero Paganini no se detuvo. Mirando su partitura, continuó extrayendo sonidos deliciosos de su violín atrofiado. El director y la orquesta, admirados, volvieron a tocar.
Cuando el público se tranquilizó, de repente otro sonido perturbador atrajo su atención. Otra cuerda del violín se rompió. El director y la orquesta pararon de nuevo, mas Paganini continuó como si nada hubiera ocurrido. Impresionados, los músicos volvieron a tocar.

Pero el público no podía imaginar lo que iba a ocurrir a continuación. Todos los asistentes, asombrados, gritaron un "¡Ho!" que retumbó por la sala: otra cuerda del violín se había roto. El director y la orquesta se detuvieron. La respiración del público cesó. Pero Paganini seguía: corno un contorsionista musical, arrancaba todos los sonidos posibles de la única cuerda que le quedaba al destruido violín. El director, embelesado, se animó, y la orquesta volvió a tocar con mayor entusiasmo. El público iba del silencio a la euforia, de la inercia al delirio.

Paganini alcanzó la gloria, y su nombre corrió a través del tiempo. No fue apenas un violinista genial, sino el símbolo del profesional que continúa adelante aun ante lo imposible.

Cuando todo parece derrumbarse, démonos una oportunidad y sigamos adelante; despertemos al Paganini que existe en nuestro interior La celebridad es el arte de continuar donde otros resuelven parar.

EL PERRITO COJO


El dueño de una tienda estaba poniendo en la puerta un cartel que decía: "Cachorros en venta". Como esa clase de anuncios siempre atrae a los niños, de pronto apareció un pequeño y le preguntó:

¿Cuál es el precio de los perritos?

El dueño contestó:

Entre treinta y cincuenta dólares.

El niñito se metió la mano al bolsillo y sacó unas monedas.

Sólo tengo $2,37. ¿Puedo verlos?

El hombre sonrió y silbó. De la trastienda salió una perra seguida por cinco perritos, uno de los cuales se quedaba atrás. El niñito inmediatamente señaló al cachorrito rezagado.

¿Qué le pasa a ese perrito? preguntó.

El hombre le explicó que el animalito tenía la cadera defectuosa y cojearía por el resto de su vida. El niño se emocionó mucho y exclamó:

¡Ese es el perrito que yo quiero comprar!

Y el hombre replicó:

No, tú no vas a comprar ese cachorro. Sí realmente lo quieres, yo te lo regalo,

El niñito se disgustó y, mirando al hombre a los ojos, le dijo:

No, no quiero que usted me lo regale. Creo que vale tanto corno los otros perritos, y te pagaré el precio completo. De hecho, le voy a dar mis $2,37 ahora y cincuenta centavos cada mes, hasta que lo haya pagado todo.

El hombre contestó:

Hijo, en verdad no querrás comprar ese perrito. Nunca será capaz de correr, saltar y jugar como los otros.

El niñito se agachó y levantó su pantalón para mostrar su pierna izquierda, retorcida e inutilizada, soportada por un gran aparato de metal. Miró de nuevo al hombre y le dijo:

Bueno, yo no puedo correr muy bien tampoco, y el perrito necesitará a alguien que lo entienda.

El hombre se mordió el labio y, con los ojos llenos de lágrimas, dijo:

Hijo, espero que cada uno de estos cachorritos tenga un dueño como tú.

En la vida no importa quiénes somos, sino que alguien nos aprecie por lo que somos, nos acepte y nos ame incondicionalmente.

ASCENDER POR RESULTADOS


Juan trabajaba en una empresa hacía dos años. Era muy serio, dedicado y cumplidos de sus obligaciones. Llegaba puntual y estaba orgulloso de no haber recibido nunca una amonestación. Cierto día buscó al gerente para hacerle un reclamo:

Señor, trabajo en la empresa hace dos años con bastante esmero y estoy a gusto con mi puesto, pero siento que he sido dejado de lado. Mire, Fernando ingresó a un puesto igual al mío hace sólo seis meses y ya ha sido promovido a supervisor.

¡Ajá! contestó el gerente. Y mostrando cierta preocupación le dijo: Mientras resollemos esto quisiera pedirte que me ayudes con un problema. Quiero dar fruta para la sobremesa del almuerzo de hoy. Por favor, averigua si en la tienda de enfrente tienen frutas frescas.

Juan se esmeró en cumplir con el encargo y a los cinco minutos estaba de vuelta.

Bien, ¿qué averiguaste?

Señor, tienen naranjas para la venta.

¿Y cuánto cuestan?

_¡Ah! No pregunté.

Bien. ¿Viste si tenían suficientes naranjas para todo el personal?

Tampoco pregunté eso.

¿Hay alguna fruta que pueda sustituir la naranja?

No lo sé, señor, pero creo que...

Bueno, siéntate un momento.

El gerente cogió el teléfono e hizo llamar a Fernando. Cuando se presentó, le dio las mismas instrucciones que a Juan, y en diez minutos estaba de vuelta. El gerente le preguntó:

Bien, Fernando, ¿qué noticias me traes?

Señor, tienen naranjas, las suficientes para atender a todo el personal, y si prefiere, tienen bananos, papayas, melones y mangos. La naranja está a 150 pesos el kilo; el banano, a 220 pesos la mano; el mango, a 90 pesos el kilo; la papaya y el melón, a 280 pesos el kilo. Me dicen que si la compra es por cantidades, nos darán un descuento de diez por ciento. Dejé separadas las naranjas, pero si usted escoge otra fruta debo regresar para confirmar el pedido.

Muchas gracias, Fernando. Espera un momento.

Entonces se dirigió a Juan, que aún seguía allí:

Juan, ¿qué me decías?

Nada, señor... eso es todo. Con su permiso.

Hoy en día reclamamos empoderamiento. Es decir que los jefes otorguen a sus subalternos la posibilidad de tomar decisiones y responsabilizarse por ellos. Pero, ¿están los empleados asumiendo esta función de manera preactiva y auto motivada?

El potencial está en las personas. Son ellas quienes deben desarrollarlo y hacerlo conocer a los demás a través de hechos concretos.

LA PARÁBOLA DEL CABALLO


Un campesino que enfrentaba muchas dificultades poseía algunos caballos que lo ayudaban en los trabajos de su pequeña hacienda. Un día, su capataz te trajo la noticia de que uno de los mejores caballos había caído en un viejo pozo abandonado. Era muy profundo, y resultaría extremadamente difícil sacarlo de allí.

El campesino fue rápidamente al lugar de] accidente y evaluó la situación, dándose cuenta de que el animal no se había lastimado. Pero, por la dificultad y el costo del rescate, concluyó que no valía la pena, y pidió al capataz que sacrificara al caballo tirando tierra al poco hasta enterrarlo. Y así se hizo.

A medida que la tierra le caía encima, el animal se sacudía. Esta se acumuló poco a poco en el fondo del pozo, permitiéndole subir. Los hombres se dieron cuenta de que el caballo no se dejaba enterrar sino que, al contrario, estaba subiendo, hasta que finalmente consiguió salir del socavón.

Si está "allá abajo ", sintiéndose poco valorado, y sí los otros le lanzan la tierra de la incomprensión, del egoísmo o de la falta de apoyo, recuerde al caballo de esta historia. No acepte la tierra que tiraron sobre usted, sacúdala y suba sobre ella, Cuanta más tierra le lancen, más podrá subir

EMPUJA LA VAQUITA


Un sabio maestro paseaba por el bosque con su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita. Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la importancia de conocer lugares y personas, y sobre las oportunidades de aprendizaje que nos brindan estas experiencias.

La casa era de madera y sus habitantes, una pareja y sus tres hijos, vestían ropas sucias y rasgadas, y estaban descalzos. El maestro se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia, y le dijo:

En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio, ¿cómo hacen usted y su familia para sobrevivir?

El hombre respondió calmadamente:

Amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Parte de la leche la vendemos o la cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina, y con la restante elaboramos queso, cuajada y otros productos para nuestro consumo. Así es como vamos sobreviviendo.

El sabio agradeció la información y contempló el lugar por un momento, antes de despedirse y partir. A mitad de camino le ordenó a su fiel discípulo:

¡Busca la vaquita, llévala al precipicio y empújala!

El joven lo miró espantado y le replicó que ese animal era el medio de subsistencia de la familia. Como percibió el silencio absoluto del maestro, cumplió la orden: empujó a la vaquita al barranco, y la vio morir. Aquella escena quedó grabada en su memoria.

Un día, el discípulo resolvió abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar para contarle la verdad a la familia y pedirle perdón. Así lo hizo, y a medida que se aproximaba veía todo muy bonito, diferente de como lo recordaba. Se sintió triste, imaginando que aquella humilde familia había debido vender su terreno para sobrevivir. Aceleró el paso y, al llegar, fue recibido por un señor muy simpático, al cual preguntó por las personas que vivían en ese lugar cuatro años atrás, El hombre le respondió que allí seguían.

Sobrecogido, el joven entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia que había visitado algunos años antes con el maestro. Elogió el lugar y te preguntó al señor, el dueño de la vaquita:

¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?

Emocionado, el hombre respondió:

Nosotros teníamos una vaquita que cayó al precipicio y murió. De ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos; así alcanzamos el éxito que sus ojos ven ahora.

Esta es la realidad de lo que se ha llamado zona de confort Estamos tan conformes con el estado de cosas que nos rodea que no desarrollamos otras posibilidades. Sólo necesitamos un evento sorpresivo para darnos cuenta de que la seguridad puede ser nuestra peor consejera y de que nos impide ver el horizonte.

EL REGALO FURTIVO


,Un chico había nacido con una enfermedad que no tenía cura. A sus 17 años, podía morir en cualquier momento. Siempre había permanecido en casa, al cuidado de su madre, pero estaba harto y decidió salir solo por una vez. Visitó muchos almacenes y, al pasar por uno de música, vio a una jovencita primorosa de su misma edad. Fue amor a primera vista. Abrió la puerta y entró sin mirar nada que no fuera ella. Acercándose poco a poco, llegó al mostrador donde se encontraba la chica, que lo miró y le dijo, ¡con una sonrisa:

¿Te puedo ayudar en algo?

Él pensó que era la sonrisa más hermosa que había visto en toda su vida, Sintió deseos de besarla en ese instante. Tartamudeando, le dijo:

Sí, eeeehhh, uuuuhhh... me gustaría comprar un disco y sin pensarlo, tornó el primero que vio y le dio el dinero.

¿Quieres que te lo envuelva? preguntó al joven, sonriendo de nuevo.

Él asintió con la cabeza y ella fue a la oficina, para volver con el paquete envuelto, Lo tomó y se fue.

Desde entonces, todos los días visitaba la tienda y compraba un disco. La muchacha siempre lo envolvía, y él se lo llevaba y lo guardaba en su clóset. Era muy tímido para invitarla a salir y, aunque trataba, no podía. Su mamá se dio cuenta y le dio ánimo, así que al siguiente él se armó de coraje y se dirigió a la tienda- Compró un disco y, como siempre, ella se fue a envolverlo. Él tornó el paquete y, mientras la joven no lo miraba, dejó su número de teléfono en el mostrador y salió corriendo.

Al otro día, repicó el teléfono de la casa y la mamá contestó. Era la muchacha del almacén, preguntando por su hijo. La señora comenzó a llorar y le dijo:

¿No lo sabes? Murió ayer.

Hubo un silencio prolongado, roto solamente por los sollozos de la madre. Días más tarde, la señora entró en el cuarto de su hijo. Al abrir el clóset, se topó con montones de cajitas en papel de regalo, Como esto le causó curiosidad, tornó uno de los paquetes y se sentó sobre la cama para abrirlo. Al hacerlo, un pequeño pedazo de papel salió de la cajita plástica. Era una nota que decía: "¡Hola! Estás' muy guapo. ¿Quieres salir conmigo? Te quiere, Sofía".

Con emoción, la madre abrió otro paquete, y otro, y otro, y al hacerlo encontró muchas notas; todas decían lo mismo con distintas palabras.

Así es la vida: no espere demasiado para decirle a ese alguien especial lo que siente.

Dígalo hoy: mañana puede ser muy tarde.

VEREMOS


Mi amigo tiene uña granja. Como le encanta hacer las cosas a la antigua, no posee ningún equipo mecánico y' usa un caballo para arar su campo. Un día, mientras estaba arando, el caballo se desplomó, muerto. En el pueblo todos compadecieron a mi amigo.

¡Oh, qué terrible que le haya sucedido eso! le dijeron.

Él se limitó a contestar:

Veremos.

Estaba tranquilo y en paz, y admirábamos tanto su actitud que nos pusimos de acuerdo y le regalamos un caballo. Entonces la reacción general fue exclamar:

¡Que hombre de suerte!

Y él dijo:

Veremos.

Unos días después el caballo, que aún desconocía la granja, saltó una cerca y escapó, y todos exclamaron:

¡Oh, pobre hombre!

Veremos dijo él de nuevo.

Y lo mismo repitió una semana después, cuando el caballo regresó seguido por una docena de potros sin domar.

Al día siguiente, su hijo salió a pasear a caballo, se y se rompió la pierna.

¡Pobre muchacho! se compadeció todo el pue¬blo.

Y mi amigo dijo: Veremos.

Pocos días después llegó al pueblo el ejército, para reclutar a todos los jóvenes en edad de prestar el servicio militar, pero a su hijo lo dejaron porque tenía la pierna rota.

¡Vaya chico con suerte! comentaron los vecinos,

Y mi amigo dijo: Veremos.

También nosotros tenemos que aprender a dar un paso atrás, tomar distancia y decir: " Veremos ". En vez de juzgar lo que nos sucede en la vida y decir qué es bueno y qué es malo, junto o injusto, debemos reconocer que en sí mismo nada es bueno o malo, y que cualquier cosa puede ayudarnos a entrar nuevamente en armonía con el plan del universo.